PRENSA - HERNANITO
Dijo la Crítica
Dijo la Crítica
por Varios críticos

Hernanito brilla en las excelentes actuaciones de sus protagonistas. Rodolfo Demarco construye admirablemente un ser traumado, esquizofrénico y lleno de bloqueos sin perder la línea en ningún momento. Un papel sumamente difícil que Demarco sostiene constante sin caer en el fácil atajo de la mueca ni el desborde conocido del cliché.
Por su parte, Fernando Gonet crea un obrero evangélico híper creíble, nada estereotipado, que esconde hábilmente una buena cantidad de matices hasta que llega el momento de sacarlos a escena.



La obra de Acobino, autor y director de Hernanito, va creando una historia muy interesante que da la información en dosis justas manteniendo el interés en el relato.



Hernanito es una recomendable obra que cuenta con dos irreprochables intérpretes.



Martín Fernández Tojo, Enescenahoy.com.ar







Tanto Hernanito como Abshenta logran un trabajo de gran densidad escénica que se disfruta en la entrega total de sus actores capaces de emprender situaciones de lo más quijotescas. La ficción se construye en los estereotipos y dialoga así con la realidad más cercana y silenciada por todos. Un realismo mágico encuadra la escena, una sorpresa candente se apodera del lugar y entonces todas las situaciones se unen a una trama increíble y perturbadora. Es una obra con actuaciones contundentes e inolvidables, Rodolfo Demarco y Fernando Donet desarman cualquier prejuicio, evidenciando la potencia de una teatralidad única. Hernanito además indaga en la influencia que ejerce la mirada ajena, cómo se construye el "yo" a partir del otro. El vínculo estrecho entre lo que creemos ser y lo que la mirada ajena nos devuelve. Una vez más el teatro como pliego del tiempo, como posibilidad de encontrar poéticas suspendidas en el aire. Hernanito y Abshenta dos obras necesarias que actualizan a un artista inolvidable.


Julia Laurent, Puesta en Escena.







Las obras de Acobino perdurarán por la mirada profunda que supo plasmar en cada una de ellas, y sobre todo por la plástica manera de representar pequeñas características de la naturaleza humana en hombres y mujeres anónimos. Hernanito es un sincero homenaje a la ausencia física de Acobino, pero también es una poética de su permanencia y del perenne legado en sus obras, en quienes la reinterpreten y en todo espectador que las haga suyas.


Leandro Ibañez, Planendo sobre BUE.





Acobino estudió un par de años de Química y es evidente que algo aprendió. No solo por las tensiones y los climas que logra equilibrar en escena, enriquecidos por un excelente manejo de la luz y el sonido, sino también porque la fórmula Demarco/Gonet difícilmente pueda ser más noble. A Hernanito hay que verla, amarla, putearla, odiarla y pensarla. Irritará quizá su escepticismo, pero no sin dejar huella. En fin, tango que me hiciste mal y sin embargo...100% recomendable

Ximena Zabala, Ruleta China







Un hecho remoto, bien guardado, en fin un verdadero secreto será el motor de esta obra y por lo tanto el resto será parte de esta situación geocéntrica que se encuentra de manera excelente llevada a cabo por los actores y… en fin, una obra para ver y disfrutar de esta pepita de oro del teatro. Vale la pena remarcar la ambientación y escenografía del lugar que logra absolutamente recrear el espacio antes mencionado.

Sergio Di Crecchio, Glenn Miller Show





El aspecto más atractivo de la apuesta de Acobino es la unión de dos mundos que en principio parecen disímiles genera no sólo constantes situaciones de comicidad, sino también una reflexión sobre la decadencia económica donde sus protagonistas luchan por salir a flote. En ese sentido hay que destacar el profundo trabajo de indagación del autor como así también el desempeño de los intérpretes: Rodolfo Demarco sorprende con su habilidad como ventrílocuo y su manejo del humor; Fernando Gonet compone con mucha solidez a un obrero evangélico. Es destacable también el trabajo de iluminación, sonido y escenografía que aportan verosimilitud y dinamismo al planteo escénico. Hernanito atrapa con el problemático lugar donde el protagonista se sitúa: entre la industria y el arte, un punto esquizofrénico donde la cotidianeidad aparece interpelada por la locura.


Lucas Lagré, Llegás a Buenos Aires.





Maquinarias, chat y foros, mesa de ping pong, cumbia cristiana, teléfono que apenas suena, ventriloquías… elementos de un planteo de lógica que inventa la suya propia, que adentra al espectador hasta el punto central. Actores entregados a tamaña empresa, herramientados a la altura de las circunstancias. Y Acobino. Alejandro confirma, otra vez, su madera sólida de dramaturgo. Y director.


Nadia Isasa, Imaginación Atrapada.







Dos relatos de vida que, en conjunto, pintan el paisaje de un país a lo largo de treinta y pico de años. El autor y director da a esa cotidianeidad metalúrgica que es la obra, una forma insospechadamente poética, trazando con luz y oscuridad, ruido y silencio, contrapuntos que, en el terreno del absurdo cómico, generan una belleza intensísima.

Sol Lebenfisz, Crítica Teatral.





Lo costumbrista se mezcla con lo sagrado. Lo pasatista con lo político. Lo social con lo psicológico. La vulgaridad con lo intelectual. Lo humanístico con lo miserable. Lo cómico con lo absurdo. querible, por momentos indescifrable, con sonrisas constantes apoyándose en dos robustas composiciones actorales.

Hugo Correa, Tranvías y deseos.





Un patrón más maniático que de costumbre, un obrero sumiso hasta por ahí nomás, como Dios manda. Y todo lo que ya no está pero está más que nunca.

Lo reprimido, lo que nos pudre por dentro, angustias con telarañas que no se nos desprenden, el pasado habla, los muñecos también. Y si no lo escuchamos, nos puede hacer callar. Excelente. Muy muy recomendable.


Agustina Gutiérrez, Resenasdecineyvida.blogspot.com







Está claro que la conducción de las contradicciones internas de los personajes hacia un estallido revelador no es propiedad exclusiva del realismo y puede encontrarse, exacerbado, en el grotesco, ese género de tan extraordinaria productividad en nuestro teatro en el que la caída de la máscara revela al propio protagonista el triste y epifánico rostro de la verdad. Los cimientos de Hernanito, de Alejandro Acobino, parecen estar firmemente apoyados en este modo de conducción de su dupla: sus tiernos y enervantes personajes se atraerán una y otra vez –al tiempo que se repelen-, provocando el estallido y la develación. El problema –o la provocación o la falta- es la poderosa instalación, al mismo tiempo, de un modo opuesto y tal vez incompatible de teatralidad. Momentos de felicidad acobina.El notable autor de la notable Rodando no deja de ofrecer momentos de verdadera felicidad teatral. Esa música, Acobino, esa música…


El dúo cómico es un pin pong.Hernanito es una obra de doble desarrollo en la cual un dúo cómico permanece y ejecuta con solvencia sus rutinas, a la vez que una trama de tensión y develaciones se hilvana lentamente en los intersticios de la quietud (o viceversa: la quietud se intercala en los intersticios de una acción que avanza). Es, además, una obra consciente de esto, y sus imágenes muchas veces están allí como comentario.


El grotesco es exquisito y recurrente. Hernanito propone algo que es una desmesura: hacer del fugaz destello de la verdad (el metalúrgico y nietzscheano choque de las espadas) una rutina de dúo cómico en cajas chinas, donde uno mismo puede, incluso, hacer dos voces. El resultado desborda sentidos. Y mata al tiempo.


Ignacio Apolo, La Diosa Blanca.





¡Quién puede con tanto mundo! Recordatorio a Alejandro Acobino un recordatorio al dramaturgo argentino recientemente desaparecido, escrito por su colega y amiga


Araceli Arreche. Revista Afuera.

http://www.revistaafuera.com/print.php?id=218&nro=11