PRENSA - HARINA
Diario Clarín
Bella historia de tierra adentro
por Laura Gentile
1/12/05

"Harina" alude al desmantelamiento de la red de trenes del país. Con mucha poesía. Gran labor de Carolina Tejeda.

La obra Harina, el unipersonal creado por la actriz Carolina Tejeda y el director Román Podolsky, podría definirse como un haiku pampeano: corto, preciso y de profundas resonancias humanas. Un haiku con olor a eucaliptus. La propuesta resulta felizmente anacrónica en el habitualmente nihilista teatro argentino actual: en la obra no hay escepticismo, ni burla, ni desencanto.



Todo lo contrario. Basado en una estética del detalle y la ternura, su modus operandi es extrañar el mundo para maravillarse por su acontecer. Con una protagonista, Rosalía, capaz de sorprenderse por el sonido del silencio. "¿Escuchás?, el silencio", le dirá (tuteándolo) al público, su único interlocutor. O capaz de asombrarse porque las cosas, al moverse, hacen ruido. Y como, en cada descubrimiento, ella se maneja por la comprobación, es como si a cada instante dijera, "¿ves cómo es el mundo?".



La anécdota o el origen de Harina , es el relativamente reciente desmantelamiento de la red de trenes del país. Los pueblos abandonados por el desmantelamiento. En una casa en medio de la noche estrellada de la pampa, Rosalía cuenta cómo era antes de la soledad, cuenta anécdotas, historias de su infancia: la del perro Olgo, la de Don Fernández, la de doña Ema, la primera vez que le hizo pan a su papá. Aparecen el campo y sus frases/saberes: "la mujer está hecha para tener los hijos". "No se hace pan sabroso sin amarga levadura". Pero sin costumbrismo.



Durante el relato, Rosalía muestra fotos, diapositivas, del arroyo, la iglesia, sus amigos. "Estábamos todos, yo, Cara de mono..." Y el espectador se pregunta ¿quiénes son todos?, ¿por qué nos cuenta?, ¿qué hace ahí, tan sola?



La obra avanza por recursos puramente teatrales, físicos, como cuando canta una canción de cuna y hamaca o arrulla una diapositiva. O cuando desliza por el suelo la luz del proyector. Y se siente perseguida: "se arrastra", "se trepa", dirá Rosalía. O cuando los montoncitos de harina esparcidos en el piso conforman una maqueta para señalar los poblados que unía el tren.



Jarilla, El arañado, Alto pecoso, Balde, Pescadores, Luna, km 145, Los Blancos, Esmeraldita, Concarán, Los sembrados. Todos los nombres, reales, pueden escucharse que surgen como inventados y extraños. Los gramitos de harina varían de acuerdo al tamaño de cada pueblo.



Ubicado en las antípodas del teatro frío (si existiera como género) su director y su actriz no le temen a la emoción. Tampoco a mostrarse crédulos. El único inconveniente con Harina es el comentario posterior, su transmisión: siempre es difícil contar una poesía.