El argumento de esta pieza parece ser sencillo, aunque incorpora varios ingredientes que enriquecen la trama y nos dejan pensando. Está basado en una historia real de los años treinta, de una familia judía inmigrante: una mujer da a uno de sus hijos para que lo cuide su cuñada, mientras recibe de ella un generoso préstamo
Cuando su situación económica mejora, vuelve para recuperar a su hija y es entonces que se desata un diálogo fogoso entre una mujer y la otra: la madre biológica y la que ha cuidado de la pequeña. Las dos se disputan a Rica, que es la figura de la “entenada”, adoptada sin legalidad. Pronto descubriremos con qué facilidad puede romperse la armonía dentro de las familias; estamos ante un mundo donde las ansias de posesión ya sea de un hijo, ya sea de riqueza material, son una cuestión clave porque nadie está dispuesto a ceder. En nuestra época, donde prima la figura de madres sustitutas, tenemos todo un abanico de significaciones que se pueden desprender de este texto.
El juicio de Rica nos ofrece una reflexiva mirada del universo de la mujer: ¿es ella la que debe encargarse del cuidado del hogar? Hay un cuestionamiento del rol de la mujer en la sociedad, en la familia, y también desde la religión (en especial en el discurso de la esposa del rabino, Freyde), desde un lugar genuino y con una auténtica pregunta: ¿hasta qué punto para ser una mujer completa hay que ser también una mamá? Fanny se apodera de la hija de Ricoula, para cumplir con ese deseo de ser madre que no puede satisfacer por sus propios medios.
Hay mucha literatura e incluso cine que puede leerse en la obra, la audacia de Woody Allen, el dolor de Yerma de Lorca. Y principalmente el juicio de Salomón, como también El círculo de tiza de Li Xingdao y la versión brechtiana El círculo de tiza caucasiano que casualmente también está hoy en cartelera.
Suárez no escatima recursos y sabe enhebrar cuidadosamente los hilos de un texto en el cual la inclusión de cada elemento está justificada. Como en otras obras de la autora, encontraremos aquí el rol de la mujer manipuladora y la dificultad de generar vínculos desinteresados. El tema económico pesa fuertemente y afecta las relaciones de sangre. La necesidad de la maternidad aflora en forma salvaje, como una fuerza devastadora que hay en la mujer, como el hambre que debe ser saciada a cualquier costo. Hay una cierta crueldad en los personajes; a veces explícita y otras veces, implícita. La exploración de la cultura judía con sus costumbres es otro punto destacable de esta pieza. La relación entre hermanos demuestra tener su costado siniestro, ya que en lo familiar, en las caras conocidas, surge la desconfianza: los trapos sucios ya no podrán esconderse. Todas las familias tienen algo para esconder, pero en algún momento la pluma de Suárez ilumina estos rincones de penumbra para que los podamos ver con total claridad.
Tener a esta niña, a Rica, es el fuerte deseo de Fanny que la ama con todo su corazón aunque no haya salido de su vientre. Su cuñada, madre por naturaleza, reclama su derecho de madre biológica; ¿cuál será el veredicto de la audiencia sobre estos personajes? José es el padre que no corta ni pincha, un ser mediocre que se entrega a la manipulación de la mujer, ya sea esposa o hermana.
Claudio Aprile, director ya familiarizado con la obra de Suárez, puede extraer todos los jugos de este texto y guiar las interpretaciones eficazmente para lograr un fuerte efecto final. Fanny (Pato Viegas) nos muestra su creciente desesperación, ya que en ciertas familias, no tener hijos es causa de condena social; en ello el personaje está muy logrado. Ricoula (Carolina Pofcher) afianza ese apetito voraz de madre que no cesará hasta recuperar lo que es suyo, y demuestra un interesante trabajo con las entonaciones y la gestualidad. Freyde (Cynthia Mykietyn) como la esposa del rabino, fría y calculadora, con un espíritu independiente, realiza una gran labor en su papel. José, ese hombre medio híbrido que se deja llevar, encuentra en Marcelo de Souza a un muy buen intérprete.
Los personajes que aquí se pintan no temen arrancarse los ojos unos a otros. Los miraremos quizás, como se observa una colección de muñecas, sabiendo que hay algo más tras los rostros bellos, una intrigante sustancia que los hace cobrar vida.