PRENSA - TIERNAS CRIATURAS
Luna Teatral
Una familia muy particular
por María de los Ángeles Sanz
junio 25, 2015

Gonzalo Senestrari [1] es un joven dramaturgo que posee un imaginario propio en la deconstrucción de la imagen de la familia como refugio o contención de las personas. En un cúmulo de individualidades superpuestas, sin mensaje moralizador, ni discurso axiológico alguno, presenta sus personajes en situaciones que develan la fragilidad de lo humano, aún en su estado gregario. La textualidad dramática de Tiernas Criaturas expone con una crueldad inusitada, la dependencia necesaria de un continente familiar, y al mismo tiempo la inutilidad del gesto, cuando el otro se resiste al encuentro con el prójimo. ¿Qué es una familia? Parece preguntarse el autor y el espectador cuando asiste al conjunto de seres que los une sólo un espacio en común, y la leve sensación de que el amor y el sexo pueden estar unidos, o no, depende del momento y del destinatario. La escena nos muestra desde el hiperrealismo la implosión de la familia nuclear, y su imaginario tan deseado por una sociedad que veía en ella el centro duro de su constitución como país. La familia ya no es así, y la escritura no sólo devela como en el realismo anterior las fisuras de sus relaciones, las luchas internas y a veces no expresadas de sus integrantes, la sensación de fracaso de aquello que se parecía a un horizonte de esperanza, sino que pone en acto un nuevo mapa de situación, donde los roles están desestabilizados. En un escenario casi despojado, vemos el clásico living de clase media, pero de carácter minimalista, porque la escena y la extraescena están construidas desde el sonido, la música al palo, y la palabra de quienes la ejercen por dentro y por fuera del espacio escénico. En un gesto común ante lo concreto, la teatralidad forma parte de la realidad cotidiana cuando todo puede parecerse a una gran farsa, o cuando para evadirse de la realidad el hijo finge sucesivos suicidios, en un muy buen trabajo de Andrés Ciavaglia. La pieza conforma un diálogo con otros textos dentro del sistema que veían en la familia una temática recurrente pero vista desde el “deber ser”, es decir, percibiendo en los desajustes y las intrigas intergeneracionales la denuncia de una extraescena que de modificarse lograría instaurar el orden deseado. En un contexto fragmentado, destituido de jerarquías, atravesado por la incertidumbre y el descreimiento en los valores consagrados, las obras de los dramaturgos más jóvenes, sin juicio de valor construyen personajes creíbles por su nulo interés de convencernos de nada. Sino simplemente mostrarnos como resistir en una sociedad que desapegada de valores y sentimentalismos, propone la coexistencia individual, en el mejor de los casos en paz. Mientras al mismo tiempo, expone sin dramatismo, las daños colaterales de una vida donde vale el sálvese quien pueda; donde cada uno busca su bienestar en la evasión, y con las herramientas que le ofrece la contingencia: la droga, el amor, el sexo, o la maldad como una adicción, como una máscara fusionada con el rostro, patética porque es la clave de una vida en soledad. En esta nueva funcionalidad de la estructura, lo onírico está presente como una manera de que el deseo se haga presente ante la mirada del espectador. Una puesta que tras las palabras produce un efecto singular en las acciones, que parecen y son desmesuradas, inquietantes, inesperadas, y nos ofrecen una realidad que se atreve a mirarse de frente con las debilidades y los vericuetos oscuros de nuestros mecanismos de defensa.

https://lunateatral2.wordpress.com/2015/06/25/tiernas-criaturas-de-gonzalo-senestrari/