PRENSA - LAS MUTACIONES
Puesta en Escena
Las Mutaciones, amor en tránsito
por Teresa Gatto
17 de mayo de 2015

La obra de Valeria Correa, alcanza en la dirección de Lorena Ballestero una dimensión de la indecibilidad del amor con las espléndidas labores de Lorena Vega y Leonardo Murúa. Los Jueves en el Teatro del Abasto.
El amor es un misterio. Sí, lo es. Vemos a menudo a los amores más sólidos que se quiebran hasta que las astillas no tienen dimensión. O a los más tormentosos sobrevivir para la eternidad. Hay perdón, hay rencor, hay idas y vueltas, hay una sintaxis propia del amor que tiene sus subordinadas, incluidas, objetos directos e indirectos y muchos, muchísimos circunstanciales de lugar.

La obra de Valeria Correa, Las mutaciones, tiene una sintaxis perfecta para el espectador. Y esa sintaxis tiene un ritmo sostenido en toda su duración porque Lorena Ballestero ha sabido marcarlo para que los actores hagan discurso verbal, gestual y re-presenten a uno de esos amores que a muchos les han tocado en suerte.

Ya no hay princesas, ni príncipes azules, hay una historia detrás, un destino, el de una pareja, por ejemplo, sólo existe si es narrado, representado. Sí, el amor se cuenta después, o del amor o con el amor.

Con una economía de recursos impecable, la caja en la que estos amantes dirimen el por-venir, sirve de departamento, ventana, puerta, cama y todo aquello que vaya a ocurrir en esos días en los que hay que decidir. Espléndida escenografía de Rodrigo González Garillo.

Vaivén de emociones, lo quiero pero no lo amo, lo amo pero no lo soporto, lo perdono, no lo perdonaré jamás. O sí, si estaba (mos) confusos, una escoba lo hubiera deslumbrado, un ratón la hubiera despertado.

No importa qué, importa el hecho puntual: Lorena Vega y Leonardo Murúa son dinámicamente el amor en estado de crisis y de alegría y de desdicha y son un baile perfecto (gran diseño de coreografía de Verónica Litvak). Porque en esa caja en la que la luz hace maravillas (el diseño lumínico de Ricardo Sica aporta todos los climas), bailan la danza de la reconciliación-ruptura y hasta la laguna se ha vuelto un lugar extraño para ese fin de semana que será, ¿será?, el tiempo del encuentro. Porque hay obras de encuentro, hay obras de des-encuentro, de crisis y de resurrección pero aquí hay algo más.

Porque Ballestero entiende que este texto de Correa, merece una semántica del amor que está incluso más allá del texto, entonces los dirige sin hilos a la vista, los pone en escena y ellos se lucen.

Las mutaciones son materia inherente al sujeto. Mutamos, somos subjetividades nómades, incluso en breve lapso de tiempo. Por eso, creer infantilmente que conocemos al “otro”, que podemos penetrar en él, hallarlo, o reducirlo, como dice Barthes, es una tarea agotadora: no lo sabremos jamás. Los que buscan certezas pertenecen al siglo de la nueva Eloísa o deben ver Las mutaciones.

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