PRENSA - ELLA PARA MI
Espectadores de Acá
El útero del corazón abierto.
por Federico Frisach
27/05/2015

A oscuras dos mujeres cantan a capela lentamente. Las luces se encienden como velas bajo el viento y las vemos sentadas, cantando, vestidas de entre casa. La escenografía corresponde a un living comedor que a lo largo de la obra se transformará en habitación, exterior, cocina. Las dos mujeres -las actrices Ana Laura Estrin y Florencia Sacchi, también se transformarán a lo largo de la obra.

“Ella es Para Mi” es una puesta en escena dedicada a la transformación de la mujer a través de los siglos donde ha sido silenciada y callada, amada y odiada, repudiada y alzada y deseada. Esta obra es un canto a la apertura del corazón.
El relato que proponen desde la dramaturgia Estrin, Sacchi y Ana Sánchez es acerca los valores que aprendieron de otras mujeres. Madres, tías, abuelas, amigas. Sus recuerdos las llevan a poseerlas e interpretarlas. Moviéndose en su contexto -en su cultura, idioma, piel y alma, y bajo un logrado peinado neutral logran cambiarse de ropa y época para revivir las historias de sus madres y abuelas como un diario intimo frente al mundo del patriarcado. ¿Podrán hacer entender a ellos a qué ellas se refieren?
Al ser una obra del teatro verídico, “Ella es Para mí” usa el cuerpo como una herramienta, como un objeto de belleza y objetividad. Y la conciencia es la que pasa de personaje en personaje recordando las batallas libradas por el sexo femenino: el derecho al voto, a la libre vestimenta, a la elección del pretendiente. Se pasa lista por algunos poemas, canciones y heroínas femeninas del arte que dejaron su impronta en el colectivo social.
Aquí se ve la dignidad del corazón de mujeres frente al escaso sentido común de los grandes idiotas de turno de la opresión. Estrin y Sacchi -bajo la dirección de Ana Sánchez- se portan como pintores describiendo lugares, hogares, hobbies, hábitos y vidas de madres y abuelas como en una bella pintura viva.
La escenografía es solamente una y a la vez varias: dentro de ella las actrices se mueven transformándola. Las luces ayudan a separar distintos momentos llevando al espectador por distintas épocas y países y distintos hogares. Los acentos y las posturas corporales cambian porque los siglos cambian. Se desnuda el corazón de la mujer frente a las crisis económicas, frente a los lutos, a las guerras, frente al deseo de amor oculto y presionado fuerte en el pecho. Frente a sus hijos y frente al destino y la muerte y la falta de poesía de un mundo lleno de estupidez. Mujeres fuertes que avanzaron viudas, que sostuvieron sus vidas y corazones frente a la soledad y a la falta de respuestas, de contención. De ayuda. Mujeres que avanzaron a través de la angustia. Ellas mismas son hijas, madres, esposas, ancianas. Las velas logran iluminar el salón: las actuaciones de Estrin y Sacchi se lucen lentamente hasta hacerse deslumbrantes. ¡Pero si hace apenas un instante eran jóvenes casándose y ahora son ancianas agonizando sin poder caminar! El truco es efectivo y perfecto. Puede olerse en el ambiente la ternura que otorga la edad, la dignidad, la claridad y la nobleza y belleza del paso de los años. Y la emoción es inminente. Acaso porque la muerte quizás también sea mujer, y porque siempre vamos a amar profundamente a quienes nos dieron la vida sin pedir algo a cambio, aún con el mundo entero en contra.

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