PRENSA - VAGO
El Caleidoscopio de Lucy
Más allá de la Gral Paz (o no tanto….)
por Daniel Gaguine

Hay momentos que el teatro brinda esas perlas en las que el shock trasciende el hecho teatral en si. Tal es el caso de “Vago”, del director español Yoska Lazaro, que llevó a las tablas una historia sórdida, donde el humor es solo una mueca ante el mundo que les tocó vivir a estos “sin jeta” que pueden vivir en cualquier lugar del conurbano bonaerense o en Capital. Una pareja conformada por un puntero político y una mujer (Camacho y la Negra) que cuida a su hermano (El nene) con un ACV. Ellos viven en una casa precaria, donde impera el maltrato de la pareja –violencia de género incluída-. El cuadro de situación incluye a La Mili, una chica que viene de un estrato social más alto pero que desea experimentar lo que es la “mala vida” (“Common People” de Pulp describiría con exactitud sus ideas) y El Tute, un chico que, a lo sumo, aspiraría a ser como Camacho, al tiempo que pasa la vida lo mejor que puede.
Tras la presentación de cada uno, se desenvuelven los acontecimientos donde la realidad golpea fuerte pero sin caer en golpes bajos ni en mensajes bien pensantes o pedagógicos. El clima lumínicamente ominoso de la obra enmarca situaciones fuertes, con más respuestas que preguntas.

La puesta gira en torno a las miserias personales de cada uno de los personajes aunque cada uno tendrá su propia particularidad en la que el devenir de los hechos hará que el destino lo alcance. La pluma de Lazaro no escatimó detalles al respecto al tiempo que dejó la metáfora y la sutileza de lado para crear una puesta dura y lograda. Esto hace que el mensaje llegue a un publico ubicado muy cercano a la obra, logrando un efecto “in your face” contundente y feroz, perturbador en extremo para quienes que prefieren ver “otro tipo de realidad”. Al respecto, la atmósfera del Teatro del Abasto es ideal para la excelente escenografía de la obra. La iluminación es acorde a lo requerido al tiempo que las actuaciones son muy buenas, lo que denota un trabajo serio en las mismas, con especial acento en Romina Oslé y Fernando García Valle. La primera, llevando adelante a La Negra quien es la que está casi siempre en escena y es el refugio de cierta coherencia y deseo de salir de ese lugar. Por su parte, García Valle compone a un joven con ACV pero sin caer en ningún tipo de situación lacrimógena ni caricaturización de baja calidad. Lo suyo es excelente.

Con un ojo certero, Lazaro hizo lo que hace rato no hace el teatro vernáculo: una obra con contenido social, sobre lo que ocurre en estos momentos y sin caer en el panfleto y la moralina. Dejó esa costumbre tan propia de nuestro teatro de hacer obras sobre si mismo, al tiempo que se mira el ombligo, ahogándose en su propio e incomprendido ego.

“Vago” golpea y conmueve con una de las que apunta a ser una de las mejores obras del año.