PRENSA - EL ASESINO DEL SUEÑO
Revista Veintitres
Crímenes sin consecuencia
por Luis Mazas
10.09.2015

El sueño de la razón produce monstruos. Y la vigilia culpable, enloquece. Lo sugiere Goya después de Shakespeare. La versión y puesta en escena de Facundo Ramírez de Macbeth retitulada El asesino del sueño responde a su particular apreciación, transcripta a la estética decadente de un tiempo teatral entre el pasado y el presente activos. Espacio y luces reproducen el sueño afín de Ramírez, sobre la pesadilla universal de Shakespeare en torno al poder corruptor sobre quien lo ejerce a mansalva sin el contrapeso de un corazón virtuoso. El crimen y el castigo por la impunidad que ciega. De nuevo en el teatro nuestro, los actores sustentan la ilusión de realidad dramática. Dieciocho intérpretes como en pocos lugares del mundo pueden reunirse con similar virtud. Por el peso de su protagónico, el propio Facundo Ramírez pone propiedad en su voluble rey dominado por la ambición y la soberbia. En igual registro destaca el peso de Antonia de Michelis, su esposa de sangre e instigadora. Los secundan Pablo Finamore (Banquo), Luciano Linardi (Macduff), su mujer, Patricia Becker, su hijo, Joaquín Mesías, a la cabeza de un elenco virtuoso y sin fisuras. Ramírez comparte ese sentido de Grand Guiñol anacrónico que suscita el autor aquí (y siempre desde Titus Andronicus). Un festín de sangre y muerte irredentas, violencia y violaciones si cabe el contraste. Así las imprudentes brujas, hijas de Hécate, vírgenes desfloradas, fantasmas del sueño y la tentación. El texto destilado a su esencia de concepto y acto, resulta consistente toda vez que su riqueza formal y filológica es irrescatable en su traslación a otro idioma, en especial moderno.

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