PRENSA - EL CORAZON DEL INCAUTO
Agencia Télam
"El corazón del incauto": melodrama rural con triángulo amoroso
26/07/2014

La obra de Sandra Franzen y Patricia Suárez, con dirección de Alejandro Ullua, abreva con gracia en cierto estilo radioteatral del siglo pasado, con incrustaciones muy actuales
En una estancia de la pampa húmeda, en la que la eficaz escenografía de Magalí Acha permite oler la alfalfa que cubre el suelo, una mujer con problemas para concebir un hijo (Georgina Rey) le ruega a la Virgen, mientras su marido estanciero (Mariano Mazzei) disfruta disfrazándose de mujer.

No se pueden negar los bellos rasgos del actor, cuyo personaje cambia incluso de nombre, y eso lleva a que un cándido peón (Martín Urbajena) se enamore perdidademente de "ella", cuyo cambio de género es aceptado naturalmente por su esposa.

Así, la trama divide sus caminos entre el empeñoso ocultamiento de esa dualidad y las urgencias maternales de la estanciera, en tanto al enterarse del embuste el peón -cincelado a partir de José González Pulido- emula sin palabras al personaje de Joe Brown en "Una Eva y dos Adanes" cuando se entera de que Jack Lemmon es varón.

(José González Pulido y Juan Carlos Chiappe fueron dos autores de radio que durante décadas encandilaron a los públicos populares con historias de campo, en las que podía suceder hechos de toda índole, aun sobrenaturales, aunque las características de sus criaturas simples eran casi invariables.)

Es una pena que una vez expulsado el subalterno, la pieza ingrese en cierta oscuridad, con la decadencia del estanciero y su mujer dados a la bebida y con un remate melodramático que parecería buscado para estar a tono con la moral del radioteatro.

La ventaja, en cambio, es la tersura de los diálogos de Franzen y Suárez, que recogen algunos giros del habla rural de hace un siglo, como que entre los esposos se traten de usted, y les mecha un puñado de expresiones supuestamente itálicas aunque tal vez prescindibles.

La acción es episódica y los diálogos cortantes, con los sobreentendidos de quienes comparten códigos diarios y con apuntes sobre el machismo que anida en ciertos varones, incluso aquellos cuya sexualidad tiene esos vericuetos.

La obra destaca el aislamiento de su trío, que de algún modo puede moverse con comodidad en la soledad de la llanura -con las voces de algunos peones en estado de embriaguez fuera de la finca- y donde el tiempo se desliza entre costumbres telúricas.

Con ese material, Ullua teje un espectáculo noble, distante de todo prejuicio, y tiene en Rey a la estupenda actriz de siempre y el fino dibujo que Mazzei hace de su él/ella, en tanto Urbaneja, siempre potente -su trabajo en "Greek" fue apabullante-, orilla la sobreactuación sin traspasar el límite.

El director ya había trabajado diversos textos de Suárez -"Viejitos chotos", "Africa, un continente", "Edgardo practica, Cósima hace magia"- y aquí se pliega a su juego melodramático donde el deseo, todos los deseos, ocupan el primer plano.

Hay una atractiva mezcla musical de Mauro García Barbe que pauta con inteligencia el ritmo de la acción y ubica vagamente al espectador en un tiempo pasado con mucho de mítico, responsabilidad de ciertos dramaturgos y libretistas de radio.

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