Escenario vacío que se va poblando de a poco con figuras humanas. Mujeres que se mueven y danzan. Preguntan sobre cuestiones filosóficas referidas a la religión. Los cuerpos se mecen al ritmo de una melodía, creando climas oníricos que llevarán a cabo un viaje de introspección y misterio donde, a partir del reconocimiento del “otro”, estas mujeres se reconocen como individuos diferentes. A veces hostiles, otras tantas, con un deseo palpable de paz y comunicación. La identidad propia vista a través del reconocimiento que hace ese “otro” –al cual alude el título- de uno mismo.



A partir de la lectura de la novela “Cuando digo Magdalena”, de Alicia Steimberg, Gustavo Friedenberg creó una puesta donde la identidad y la relación con aquél que no soy yo, se relacionan a partir de un mundo donde la palabra y el silencio son profundamente relevantes a las acciones de los seres. La música y la iluminación enmarcan ese universo metafórico donde la palabra irrumpe en el silencio e interpela a través de preguntas e ideas por demás ricas en tanto planteos a desarrollar. Lo salvaje y lo racional se conjugan y atraen como polos opuestos para crear una atmósfera particular cuya fuerza escénica se aprecia a través de coreografías excelentes. El vestuario será otro punto a destacar en tanto su exactitud a lo requerido para la creación de sentido.


Quien no esté acostumbrado a este tipo de lenguajes, podrá sentirse en un principio, incómodo pero será cuestión de entrar en la convención que propone la puesta para aprehenderla y disfrutarla. No hay una “linealidad” en la sucesión de las escenas pero será justamente ese caos preestablecido donde resida la riqueza de la puesta. Ese ambiente subyugante donde se puede escuchar tanto el Bolero de Ravel como preguntas sobre el judaísmo y Dios.



Con el mismo misterio y aura cautivante con que empezó, terminará una puesta que irá cayendo, muy de a poco, en cada uno de los presentes. Tal como una gota horada una piedra. El tiempo hará que la resignificación de cada momento sea palpable. Por este motivo, no será de extrañar que se vuelva al Teatro del Abasto a disfrutar de un espectáculo tan enigmático como atrapante.