PRENSA - EL OTRO
Sabor a Teatro
Uno más uno, dos
por Mariela Verónica Gagliardi

Palabras superpuestas, al unísono, comienzan a ambientarnos en una obra de teatro-danza, singularmente inteligente.



Los actores se desplazarán por todo el espacio escénico, con movimientos entrelazados, narrando una historia en la que predominará la inclusión social. Una inclusión que nos habla de la religión judía como contracara de la católica. Una inclusión del diferente como modelo y modo de aprendizaje, de conocimiento y de observación.



La danza contemporánea une a cinco mujeres que se relacionan mediante sus cuerpos, la palabra en menor medida y las miradas. Sus mundos son similares y particulares, hasta que llega una sexta mujer diferente, con una vestimenta llamativa y que logra imponerse sin violencia.



Esta última las deleita con su luz, con una delicadeza extrema y la magia de quien aparece como en un cuento de hadas.



Podría trazar dos tipos de relatos: el visual y el oral. El primero fue el más placentero y, el segundo, el más desafiante.



El libro de Alicia Steimberg, escrito en que se basa la obra, es completamente un tesoro. No porque lo diga yo, sino El otro3porque basta con observar ciertos fragmentos de “El otro” (de y dirigida por Gustavo Friedenberg) para saber de qué tratará su argumento.



No es tarea simple lograr un acercamiento entre la autora y el guión logrado. El hecho de que se trate de religión no lo hace más obvio ni factible de conectar.



Al comienzo de la obra oímos palabras y frases que, más adelante, podremos vincular. Pero, al leer a Steimberg, las aclamaciones al mundo terrenal son recurrentes y es imposible sentirse excluido.



“Que Dios te ayude, Que Dios te ilumine, Que Dios te bendiga”, menciona la escritora. Estas expresiones suelen ser dichas por el cristianismo pero, también, por los judíos. Acá no existe separación entre un protector u otro. Por un momento Dios es uno, aunque el discurso se encarga de marcar las diferencias y de ubicarnos en tiempo y espacio.



A su vez, ciertas costumbres y tradiciones de la colectividad se resaltan -de una manera cordial y simpática-, confirmando que el judaísmo no excluye sino que comparte con sus semejantes una historia en común.



Sholem aleijem (la paz sea con nosotros) es una forma de bendecir, de dar serenidad a una persona, así como otros cultos tendrán sus propios códigos.



“Ser judío es una mezcla de muchas cosas: recuerdos de infancia, una manera especial de llorar y de quejarse, un idioma que no se quiere entender, una necesidad de estar recordando todo el tiempo que Einstein y Freud y Marx y Chaplin eran judíos, una sensación de que uno es muy antiguo, más antiguo que los católicos”.



¿Existe una manera de ensamblar un pueblo con otro por más distantes que parezcan?



“El otro”, el desconocido, el diferente, ¿merece indiferencia o una oportunidad?



No pensar como la mayoría, no vestir como ésta y tener una ideología propia y/o compartida con una minoría, ¿es condición sine qua non para ser marginado?



¿Todos los iguales debemos unirnos y los otros ser relegados a un espacio oscuro y tildados de sectarios?



El otro7“El otro” es nuestro propio espejo, nuestra imagen distorsionada, lo que no queremos ver y toda enajenación simbólica que nos propicie ese objeto de vidrio.



Qué sería de cada humano sin la fe, pero no la fe como sinónimo de religión sino como apoyo a nuestras ideas, desesperaciones y angustias que no tienen solución en lo racional.



“El otro”, se une, se distancia, se ubica en el centro y logra una energía simbiótica espectacular.



Los artistas expresan, sienten, se amalgaman y retroalimentación.



Uno más uno, dos.

http://saborateatro.com/2014/05/15/uno-mas-uno-dos/