PRENSA - ESPLENDOR
Diario La Nación
La memoria arrastra a Natalie Wood al conurbano
por Carlos Pacheco
DOMINGO 27 DE MARZO DE 2016

Gustavo Tarrío, Carmen Baliero y Santiago Loza, trío de lujo, se unieron para estrenar Esplendor

Cada uno siente mucha fascinación por el otro. Se fueron conociendo casi por casualidad y es la primera vez que trabajan juntos. El proyecto se denomina Esplendor y se presenta los lunes en el Teatro del Abasto. El autor es el dramaturgo y cineasta Santiago Loza, la música es responsabilidad de Carmen Baliero y la dirección corresponde a Gustavo Tarrío. El elenco está integrado por Valeria Lois, Moro Anghileri, Patricio Aramburu y Eddy García.


Loza comenzó a interesarse por la creación de Tarrío después de ver la serie documental Foto bonaudi en la que el realizador muestra la historia de una familia de fotógrafos santafesina (2006). Luego descubrió su teatro y se empezaron a juntar. Un tema recurrente en sus conversaciones era el cine y hasta se animaban a mostrar sus costados fanáticos y, también, los cholulos.

Santiago Loza es un gran admirador de la película Esplendor en la hierba -dirigida por Elía Kazan- cuya protagonista fue Natalie Wood y empezó a fantasear con la idea de trabajar sobre esa figura. Al director le interesó el tema y desde el vamos imaginó una secuencia que transcurría en un barco. Cabe recordar que la actriz norteamericana falleció ahogada al caer de un yate en el que se encontraba acompañada por su hermana, Lana; su marido, Robert Wagner y un entonces joven actor, Cristopher Walken.


"Conociendo el trabajo de Tarrío entendí que tenía que elaborar un texto muy abierto -explica Loza-, una idea de espectáculo que armara una obra con una situación, entendía que esa era su poética. Pero descubrí que, al contrario, quería probar con un texto cerrado".

Por su parte, el director es contundente en su aclaración: "Mi novedad es ésa. Nunca había trabajado a partir de una obra, con un autor, y ahí estaba la gracia de compartir esta tarea con Santiago. Me asfixia, en general, pensar en un material terminado. Me parece que no tengo herramientas para resolverlo. Al final de este proceso reconozco que estuve muy contenido".

Entretanto, Carmen Baliero es sincera al aclarar que su fascinación no era precisamente con Natalie Wood, sino con Tarrío. "Después me fasciné con Loza. Y ante esa cadena de fascinación me dieron ganas de participar."

Gustavo Tarrío la interrumpe para contar algo: "A los 46 años -dice- empecé a estudiar piano con Carmen y así tuve cierto enganche con la música y con ella tuvimos siempre muchas coincidencias". Baliero sigue en sincronía: "Es necesario aclarar que Tarrío es muy músico. No es cierto que empezó a tocar el piano, empezó a estudiar. Cuando llegó a casa tocaba y entre nosotros había una fuerte coincidencia estética, muy poca solemnidad y mucho placer al reparar en ciertas épocas musicales e interpretar clásicos. A mi no me gusta que me digan lo que tengo que hacer. Por eso me cuesta hacer música para cierto tipo de teatro. Él pone mucho límite porque tiene muy claro lo que hace. Así como a él no le gusta trabajar a partir de un texto a mí no me interesa ponerle música a una letra ajena. Él tampoco quería música original, sino preexistente. Yo jamás hago eso. Y terminó poniendo canciones mías que en otra instancia nunca se las hubiera dado."

Pero si la relación con Santiago Loza fluía naturalmente -hasta el mismo autor reconoce que el director veía inmediatamente teatralidad en sus ideas-, con la música todo resultaba más complejo. Algo orquestal resonaba en el imaginario de Tarrío pero entraba en contradicción con los intereses de la pianista. Un día fue al estudio de ella y vio distintos instrumentos y le dijo "hacé lo quieras" y así la obligó a jugar con elementos muy diferentes que poseen sonoridades muy distintas.

Esplendor no repite exactamente la peripecia de Natalie Wood, esa que aconteció realmente en 1981 en Los Angeles. En el espectáculo, aclara Gustavo Tarrío, se invade el templo hollywoodense "con herramientas propias del conurbano bonaerense y otro tipo de actuación. Somos intrusos. Ocupamos lugares que no nos corresponden pero todo es un juego". En esta pieza, Wood es de Lomas de Zamora y Walken de Burzaco.

Santiago Loza define ese juego como "un universo cargado de ternura donde aparentemente hay algo violento pero es juguetón. Algo de la obra podría quedar ceñido al chiste. Natalie, en un barco, acá en el Abasto. Por qué contar una historia de Hollywood acá, en este país, en este ámbito. La obra toca la pérdida de la juventud y eso es algo que nos compete a varios ¿Cuándo se deja de ser joven? Aquí los actores hacen de actores y también se piensa en el talento, ¿qué es actuar?, ¿qué es la fama?, ¿quién es el elegido? Son temas que vulgarmente siempre estamos manejando y creo que nos preocupan más de lo que decimos. Y algo del humor corre por esos senderos temáticos".

Baliero aclara rápidamente que "lo curioso es que se reivindica la actuación". Para ella es fundamental en esta obra. "Uno quiere verlo. A veces no importa lo que pasó o va a pasar, sino ese momento cargado de vitalidad. Lo que me gusta del trabajo de Tarrío es que es verdadero. No hay que estar a la defensiva, uno se puede entregar y es teatro", agrega.

Ni ciertos valores cinematográficos ni el glamour del mundo hollywoodense aparecen en esta producción. "Hablar de cine en este momento es hablar de algo que muere -explica el director-. Nos quedamos con esto. Aquel cine ya no existe, es lo que está en las enciclopedias, en nuestra memoria. Somos un poco conscientes de aquellos tesoros."

El trío de creadores utiliza diversas expresiones para definir ciertos valores de la experiencia: "En el espectáculo se trabaja con restos, residuos" (Loza). "Un poco de memoria más que de presente, de memoria residual, medio borrosa, no se sabe qué pasó, cómo fue" (Baliero). "Pienso en una TV Guía de mi abuela" (Tarrío).

"Algo de la obra vuelve a producir asombro sobre la decepción. En esta Argentina y ante esa decepción pasa a recuperarse una magia perdida. El glamour a lo Tarrío", define Loza. "Tarrío es el glamour rioplatense", dictamina convencida Carmen Baliero.

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